Dentro del Pozo - Un cuento en medio de la novela

El Gato Ismael y la Gata Taciturna 

El inconsciente. El nivel de resistencia de Jacin

Una vez que tienes clara la novela, la estructura, el desarrollo y el final trepidante con dosis de sorpresa, hay que escribirla. Una vez escrita, hay que leerla, entonces - más allá de las correcciones estilísticas, ortográficas y demás - debes valorarla, sopesarla y ver qué le falta, qué le sobra, qué necesita.

Si la sometes a valoración a un entorno cercano te darán su idea aproximada. Unos te dirán que le falta algo romántico, otros que algo divertido, los menos te echarán un rollo ente filosófico y estilístico que te dejará sumido en la más profunda de las incertidumbres preguntándote en frente del espejo, ¿pero qué he hecho?

Entonces, debes sosegarte porque si la opinión es positiva es que vas por buen camino solo falta recopilar las opiniones interesantes y llevarlas a la práctica a tu modo.

A mi novela le faltaba algo para cambiar de tercio, algo que explicara las razones profundas del asunto - pero esto no lo voy a desvelar aquí y ahora; que para eso he escrito la novela, para que lo descubras tú -. Me puse manos a la obra y escribí un cuento que enlacé con el personaje en un momento determinado de su vida.


Este cuento hablará en todo momento de las razones últimas del ser humano, del inconsciente, aquello que reprime el personaje de forma deliberada pero que está en todos los elementos de su vida como un pozo de donde beber cuando ya no queda otro lugar, un pozo que debe tener sentido, que debe tener siempre agua, contenido, porque constituye el último recurso de nuestra supervivencia entre lo real y lo onírico.


El Gato Ismael y la Gata Taciturna (Fragmento)

Ismael era un precioso gato negro que vagaba por la ciudad burlándose de todos y metiéndose en líos de forma permanente, saltaba de barrio en barrio sin lugar donde descansar. Le gustaba dormir bajo los puentes y levantarse muy de mañana transitando por el puerto en busca de algo que llevarse a la boca.

Ismael se las sabía todas, engañaba a los demás gatos ocupando siempre el mejor lugar para recibir los restos del pescado que no se vendía en la lonja del pueblo. Era zalamero y burlón, zalamero con quien le daba de comer y burlón con los demás gatos que competían por el mejor bocado a la puerta de la lonja.

Con esa actitud se ganaba el cariño de los trabajadores y pescadores que transitaban por el puerto y la enemistad manifiesta de todos y cada uno de los gatos que le hacían compañía. A Ismael le daba igual esas dos situaciones pues él era un gato solitario que iba y venía sin dar cuentas a nadie. Pero, claro, eso de comer era otro cantar. "Comer es lo más importante que hacemos cada día", repetía cada vez que alguien le reprochaba su forma de actuar.




Con esa actitud parecía que se justificaba ante su conciencia y las intenciones de los demás, pues - no en vano - los demás gatos deseaban, como él, el mejor bocado. Por lo tanto, Ismael pensaba que nada tenían que reprocharle si él conseguía siempre lo que los demás querían conseguir antes que él, pero igual que él, al fin y al cabo.

Después de comer en la lonja, se retiraba siempre satisfecho a otro barrio para evitar persecuciones, acosos y acusaciones de los demás gatos. Ismael se iba siempre ronroneando feliz y encorvando su cuerpo como un acordeón mientras miraba a los demás gatos hambrientos por encima del hombro. Si alguno se acercaba con malos modos le miraba displicente, daba un salto y se dirigía hacia el puerto sin sobresaltos de ninguna clase.

Cierto día, sucedió que llegó a la ciudad una banda de gatos pandilleros procedentes de otra lejana ciudad, y entre ellos, se encontraba una gata de nombre Taciturna que dominaba al conjunto de los gatos pandilleros.

(...)



El cuento seguirá con la relación entre Taciturna e Ismael y se adentrará en los pactos sellados en las lúgubres calles ocultas de los ojos de la gente. Un mundo oscuro donde nada es igual que el mundo visible para la mayoría; allí el exitoso mundo de la belleza de un gato persa contoneándose en busca del pescado de la lonja queda en un segundo plano, en el lugar de los pactos cerrados y pagados a alto precio.

Los cuentos son esas historias que contamos, primero a nuestros hijos, para entretenerles mientras les enseñamos a leer. Luego aprendemos que les hemos enseñado algo más, los arquetipos - por ejemplo -, y más tarde leemos otros cuentos en que esos arquetipos se distorsionan hasta hacerlos divertidos o terribles.

Los cuentos quedan grabados en nuestro inconsciente con la marca de un sello indeleble. Allí donde tenemos nuestro referente personal y nuestro yo oculto.



Este es el fragmento con el que comienza el cuento, si quieres saber qué tiene que ver con la vida de Jacin, puedes adquirirlo en www.amazon.es poniendo en el buscador Dentro del Pozo. Si quieres ver más novelas del concurso, puedes buscar Concurso Indie 2015 en tiendas Kindle.


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