Los escritos románticos

Edgar Allan Poe como disculpa

A cuenta de su poema Annabel Lee


Cuántas veces la inspiración viene a cuenta de escritores reconocidos. Edgar Allan Poe es una fuente inagotable pues como todo escritor romántico se mueve en los extremos y deja muchos hilos por donde continuar o completar sus historias.




El romanticismo distorsiona todo lo que toca dibujando la realidad como si fueran perfectos sentimientos, por ejemplo, la muerte y el amor son descritos de forma desgarradora casi siempre. Entre todos los poemas, el amor profesado hacia Annabel Lee es el más romántico de todos, pues la muerte aparece como la venganza de ángeles envidiosos de un amor inocente entre dos jóvenes en un reino junto al mar.

El mar furioso, los ángeles envidiosos, el amor explosivo y juvenil, la muerte antes de tiempo y la soledad frente a ese mar tenebroso nos deja conmovidos e impactados como si fuera un escena de un cuadro.


Este poema ha sido interpretado de muchas diversas formas, y cuyas traducciones al español no dejan de ser versiones algo diferentes de la versión original pues cuando te mueves en los extremos de los sentimientos, siempre se pierde algo con la traducción. El "cómo" se dijo afecta al "qué" se dice y mucho.

El poema dice así en su versión original, en español bien vale la excelente versión de los hermanos Auserón puesta en el video:


Este último poema de Poe me ha dado pie a diversos relatos. El primero, un micro relato y el segundo una carta del enamorado de Annabel Lee a la propia Annabel Lee de la que pondré un breve fragmento, espero que os guste.

Annabel Lee

Había atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión cuando me refresqué con el poema de Annabel Lee: “Hace muchos, muchos años en un reino junto al mar...”

Así comenzaba; la suerte de acontecimientos me condujo a conocer a cierta mujer de idéntico nombre, y el lento devenir de las cosas nos llevó a un universo paralelo de lirismo y mala suerte.

De su mano habité en un reino donde mis ciegos ojos veían con claridad y los mudos me gritaban sus penas. Nunca más, tras su extraña desaparición en aquella ciudad que besaba al mar, transité la senda de los misterios del amor.


CARTA A MI AMADA ANNABEL LEE
Mi añorada Annabel Lee,

Me encuentro recogido sobre mi escritorio observando desde la ventana de mi estudio a las furias del océano que golpean la roca de forma irremisible e inmisericorde. Impenitentes, parecen batir de forma simultánea el acantilado – dejando el dibujo del sonido en la roca esculpido – y el interior de mi cuerpo; como si las olas del mar fueran mi alma solitaria y presa buscando una salida que no encuentra.

Con esa zozobra revienta mi espíritu en los límites del mismo y cincela con violencia un estado de ánimo, una soledad cruel y firme que crece desde que desapareciste de mis brazos. Esa alma que golpea los muros insolentes e invencibles de este ser donde se retiene; justo encima, depositado - alicaído en esta mesa de caoba oscura - solloza cual si fuera un niño que moja estas hojas de papel, ahora con un poema, ahora con esta carta apesadumbrada y solitaria.

Y me pregunto si tendrá quién la reciba, lo mismo que me cuestiono por la realidad de su remitente. Me pregunto si no soy ya una sombra que vaga en esta casa entre el acantilado, los jardines, la sala muda y este estudio que me musita tu recuerdo avivado por el viento... Él, que levanta estas olas de misterioso nombre, que ahuyenta a la vida, me hace vivir como dormido en mi silencio, y el ruido de las aguas se hace dueño de nuestra casa, de la isla y del mundo entero.

Los ríos de tinta que cubren las hojas enteras de penas en tachones y rimas imposibles, construyen bellos versos como una esfinge del sufrimiento; y el tiempo se ha puesto de acuerdo con ellos, pues el viento ha traído lluvias persistentes y cielos grises a mis desapacibles días.

La sensación angustiosa de sentir que los ángeles del infierno y los diablos desde el cielo distante - este - y tenebroso - aquel - se han puesto de acuerdo para arrebatarme mi más precioso tesoro, mi más verdadero yo. Ellos me impiden ver que el sol algún día regresará a esta isla de cuidadoso aspecto y espacios abiertos... mas lúgubres, umbríos y tristes.

(...)

Entonces caigo de rodillas desesperado, y abrazo el pañuelo que me diste el día antes de marcharte para siempre al lugar donde habitan las caracolas que envidio y deseo a la vez. Y de repente, el cielo vuelve a ser gris, se torna oscuro y antojadizo, cruel... La lluvia comienza a caer de forma desigual y violenta en forma de jarras inconstantes que se me arrojan en la verdad de tu ausencia; el viento sopla y solloza con mi cuerpo en un mar de penas y amarguras infinitas; y miro al cielo y lo maldigo por sus ciegas y envidiosas artes, por sus veleidades que te entregan un día todo para arrebatártelo en un instante, para hurtarte el préstamo entregado; ¡por esas malditas artes que te arrebataron de mi lado para siempre...!, mi querida..., mi vida..., mi esposa... mi adorada, Annabel Lee.

En algún lugar en un reino junto al mar, a 13 de mayo de 1849
Tu esposo

PD: Arrojo esta carta al mar en la esperanza de que las olas la conduzcan hasta el lecho donde reposas. Y si las aguas, como hicieron con nosotros los ángeles y demonios envidiosos, deshicieran el papel, la letra impresa en él – como nuestro amor eterno -, quedará inscrita en las gotas de agua y así alcanzarán el lugar donde tú, amada mía, te hallas allí en el huerto de las caracolas.


No todo lo que escribo es tan triste, desde luego; pero es que los escritos románticos son así. Y me parece que el bello poema de Edgar Allan Poe pedía una carta de despedida. Si quieres saber más de mis escritos te dejo los datos (no olvides que mi novela Dentro del Pozo participa en el concurso de Novelas Indie).


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