Un cuento inspirado en una leyenda. Parte III
El influjo de la luna
Hoy es noche de luna llena
Hoy la luna quedará tendida sobre el negro manto de la noche en su total plenitud, quizás algunas nubes pasen por delante de su enigmática presencia para dibujar un cuadro incomparable. Quizás hoy esa luna se aproxime a la tierra lo suficiente como para que su rostro quede impreso en nuestra iris para siempre como un recuerdo indeleble, como la marca de una noche imborrable...
La luna llena despierta a las más ancestrales fieras que se inquietan en El Bosque |
Pero además, esa luna que veremos esta noche será una luna extrañamente colorada, una luna pintada de un rojo carmín que señalará el destino de muchos tal y como han creído las civilizaciones más antiguas. Una noche donde las fieras se inquietan en el bosque y, sin saber la razón, responderán a sus más precarios y antiguos instintos.
Amanecer de una luna de sangre |
La ciencia dirá lo que quiera, pero en noches como estas yo he visto a los hombres comportarse violentamente como nunca antes había visto, a los perros aullar despavoridos como acosados por espíritus oscuros, a los gatos bufar, maullar y ronronear como si estuvieran con un permanente celo huyendo a los oscuros rincones del ladrido de los perros.
Lobo que aúlla bajo el influjo de la luna de sangre |
Los lobos en los bosques y en las montañas se inquietan y aúllan desaforados como si algo en sus entrañas les impulsara sin sentido ni necesidad alguna. La locura agresiva les hace ir en busca de insospechadas piezas allí donde nunca antes se habían atrevido. Alcanzan incluso a los ganados y, en ocasiones, se atreven a acosar al hombre mismo en sus propias casas.
Hoy hay luna llena, luna de sangre...lo que sucederá mañana, nadie lo sabe. Sólo sabemos que los impulsos ancestrales de hombres y animales se dejarán sentir y veremos quién puede más en esta noche de lobos y hombres.
TROTACONVENTOS
DEL CAUREL – PARTE III
Poco
a poco, recuperó el resuello y tras enjugarse las lágrimas y el
sudor y con un poche caliente entre las manos comenzó a contar lo
que había sucedido desde hacía tantos años.
- No sé qué ha ocurrido, me encontraba rodeado de lobos cuando me desmayé casi desnudo y, al despertar, no había nadie a mi alrededor y decidí correr hasta casa. Pero, ¿eres tú, hermana...?, ¿qué te ha sucedido?
- A mí, nada, los años han pasado y te dimos ya por muerto hace tanto tiempo.
Nos
juntamos alrededor del fuego intentando comprender lo sucedido, el
hermano de la Trotaconventos recomenzó su relato haciéndose una
cruz de forma parsimoniosa tras contarle su hermana la situación, el
año y el momento en que vivíamos. Su rostro pálido como la nieve,
sus ojos oscuros como la noche, su cuerpo agitado y, en ocasiones,
convulsos avisaban de un relato extraordinario.
“Todo
empezó cuando la nieve comenzó a caer, sentí a mis espaldas dos
golpes secos y una serie sucesiva de aullidos, rugidos y ladridos.
Apuré el paso para intentar alejarme del lugar, pues sabía que las
noches de las primeras nieves del invierno cuando la luna llena está
prendida pero se oculta tras las oscuras nubes, los lobos se
intranquilizan y acaban con cualquier ser vivo que se encuentren.
De
repente sopló un viento gélido y extraño y la nieve arreció con
violencia. Intenté caminar contra el viento para recuperar la senda
que conduce a casa, pero era incapaz de ver el camino que me llevaba
hacia ella; apenas sentí mis pies más que como la nieve, helados, y
notaba cómo se hundían cada vez más profundamente fundiéndose el
hielo de mi carne con la nieve.
Los
aullidos eran cada vez más fuertes y nerviosos. Al intentar acelerar
el paso sentí que mi pie tropezaba en el interior de la nieve con
una raíz de esas que salen de la tierra cuando las capas de nieve no
la cubren y me caí al suelo golpeándome contra un tronco. Quedé
atontado un largo rato, no sé si fueron cinco minutos o una hora.
Al
levantar la mirada percibí el aliento de un lobo que me miraba
apaciblemente sin amenazarme con azules ojos y pelo blanco, gris y
negro, me olfateaba desde los pies y la cabeza como si me
reconociera. Parecía esperar alguien más. Ese alguien era un
pequeño grupo de lobos que me rodearon con cierta tranquilidad y sin
violencia alguna contra mí. Me resultaba extraño pues su fiereza y
mi temor eran la mezcla explosiva que señalaban la sentencia final,
mis últimos latidos.
El lobo está al acecho |
Pero
se comportaban mansos como la corte de una especie de rey de los
lobos al que esperaban y, entonces, apareció con un caminar lento y
tranquilo como si fuera, efectivamente un rey, un lobo fuerte, con la
grupa elevada y la mirada distinguida, con un pelo largo y oscuro. Un
lobo negro con una sola línea blanca que separaba el pecho en dos y
se prolongaba, por el hocico, hasta la cabeza. Nunca había visto en
los días de mi vida un lobo tan bello.
Todo
parecía formar parte de un sueño extraño pues nunca había
sucedido que los lobos de por aquí fueran en grupo, pero así - tal
como lo cuento - sucedió. Al llegar hasta mi cara el jefe de los
lobos, enfrentó mi rostro con su nariz, rugió con fuerza ante mi
asustado rostro y entonces,.... me desmayé. El resto de la historia,
ya la sabéis pues al despertar no había nadie, salí corriendo y
alcancé la casa.”
Nos
miramos con gesto aturdido preguntándonos mutuamente por lo que
estaba sucediendo cuando el aullido de una jauría de lobos nos
despertó de golpe. Los lobos rodeaban la palloza aullando con
ansiedad con el ánimo de provocar nuestro nerviosismo y, a fe, que
lo consiguieron. Entre las nubes, una luna roja y grande parecía
amenazar con secar la nieve de la noche saliendo tímidamente y
ocultándose de nuevo.
Instintivamente
tomamos en nuestra mano algún objeto que sirviera de defensa
personal ante unos lobos que parecían querer entrar a dar cumplida
cuenta de los que allí nos encontrábamos. Por la intensidad y el
número de aullidos cualquiera diría que se trataba de una jauría
abundante y esto nos inquietaba enormemente.
El
aire se volvía irrespirable como consecuencia de los nervios, el
pulso que se aceleraba y el vaho que salía inquieto de nuestras
gargantas. Vaho que humedecía el interior y casi llegaba a apagar el
dulce calor del fuego que todavía crepitaba a nuestros pies. La
vieja Trotaconventos se acercó a la puerta para intentar valorar el
riesgo y Jimi y yo la secundamos siguiéndole sus pasos hacia ella.
Un
inexplicable rugido a nuestras espaldas nos hizo girar en redondo a
tiempo de evitar las garras y la mandíbula de quien se encontraba a
nuestras espaldas. La luna de sangre lucía en lo alto con todo su
esplendor. El joven hermano de la Trotaconventos del Caurel se había
transformado casi a nuestra vista en un lobo gris y poderoso que se
abalanzaba sobre Jimi y sobre mí. Yo logré evitarlo por centímetros
mientras Jimi y la vieja Trotaconventos caían descuartizados por sus
fauces.
Logré
salir de allí, aún no sé cómo, y escapé entre la nieve y el frío
rodeado por lobos que me persiguieron hasta que alcancé la carretera
donde dejé de escuchar los aullidos y el aliento de los lobos,
oficial. Justo en el momento en que amaneció y el sol lució con
todo su esplendor, dejó de nevar y la luna roja se ocultó.
- Bien, el relato sería muy interesante si respondiera a lo que hemos visto en la palloza, pero, ¿me podría explicar cuál es la razón de que esa anciana y su amigo Jimi aparecieran apuñalados en el pecho con este cuchillo hundido todavía en el pecho caliente de su amigo?
- No lo sé oficial, pero le aseguro que allí había un lobo acabando con la vida de la anciana y de mi amigo, ¡se lo juro por lo más sagrado!, ¡por el Santo Apostol Santiago que así fue!
- Vale, vale... Sargento llévese a este individuo, haga el favor. Enseguida vendrá el juez a tomarle declaración. Le ruego que se serene y matice lo que me ha contado. Su relato apenas tiene ni pies ni cabeza.
Sentí
unos brazos sujetar los míos fuertemente y llevarlos a mi espalda.
El frío acero en mis muñecas y el definitivo click de las esposas
al cerrarse, un destello me cegó los ojos. Una sensación de
angustia recorrió mi cuerpo cuando el sargento tiró de mí hacia la
furgoneta verde y blanca de la Benemérita. Ellos creían que había
sido yo el asesino de Jimi y la vieja Trotaconventos del Caurel.
- ¡Oficial, se equivoca usted!, ¡hay un lobo asesino en el bosque...!, ¡oficial!, ¡oficial...!
Al
pasar al lado del furgón, la nieve comenzaba a caer nuevamente de
forma lenta mientras el sol se ocultaba otra vez, caía de forma
armónica depositándose suave y silenciosa sobre la vieja nieve de
la noche. Nieve que renovaba, con un nuevo manto, el antiguo manto;
momento en el que me vi reflejado en el metal blanco del coche,
temeroso y violento; con el rostro sanguinario de un lobo que había
dado cumplida cuenta en una confusión de imágenes en que la huida
se mezclaba con la sangre, de mi amigo y de la anciana del Caurel. Un
lobo que no quiere matar y que huía de otro lobo asesino, quizá yo
mismo, ¿por qué no?... Yo que huía de mi mismo entre la nieve de
la noche.
A
lo lejos una jauría de lobos hambrientos aullaban comandados por un
lobo negro y grande. A su lado otro lobo gris y poderoso aprendía de
lo que significa comandar a una a jauría de lobos. Sé que el
oficial los escuchó como yo... pero él nunca diría nada del temor
que sintió entonces recorrer desde la cerviz su cuerpo entero... Como yo.
FIN
El lobo gris aprende del lobo negro |
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