Un relato sobre el futuro: Amparo
El intranquilizador futuro
El futuro prometedor
La primavera de 2114 en la ciudad de
Madrid acababa de comenzar - si bien nadie diferenciaba en estas latitudes el clima ya por estaciones, eran recuerdos de generaciones anteriores -, la luz del sol hacía que el Hospital
Nuevo reluciera con sus mil cristales de color - esos cristales
térmicos que evitaban el empleo del innecesario y costoso
combustible -. Amparo pilotaba dichosa su nuevo vehículo volante
personal – el VVP-1 – , aunque algo estresada pues no encontraba
una plaza libre donde suspender el vehículo dentro de la
“aeroestación alfa”.
El ascenso que hoy le iban a dar le
privaría de esta preocupación a partir del día siguiente, pues el
personal de su categoría tenía espacio reservado en la zona “delta
azul” del Hospital. Suspendido, desde allí, en lo más alto del
edificio, podría contemplar una de las maravillosas vistas de la
Ciudad del Color, tal y como llamaban a Madrid debido a los mil
colores que reflejaba la clara luz del sol, con sus antiguas cuatro
torres como pórtico de entrada hacia la ciudad acristalada. La
última gota de lluvia derramada sobre esta ciudad databa de hacía
tres años, seis meses y tres días, tal y como advertía el VPC del
salpicadero del vehículo volante personal.
Apuró el paso para recibir de manos
del Doctor Clay su distintivo rojo, ese que la acreditaba como la
élite de su profesión. Apenas mil médicos y enfermeras disponían
de tal distintivo. Ellos eran los más preparados, aquellos que por
experiencia y expediente, disponían del mejor conocimiento
psicosocial del enfermo. Así, con sus nuevos emolumentos, podría
adquirir la casa soñada que había visitado recientemente junto a su
marido en la zona antigua de El Viso, ya que los ingresos de que
disponía hasta la fecha le impedían ni siquiera considerar un
cambio de vivienda en la Zona Residencial Sur.
Pero no era solo una cuestión de
dinero, era más que nada el orgullo de sentir su más plena ambición
satisfecha. Para eso había trabajado tanto, para eso se había
preparado desde pequeña y había viajado por los hospitales más
importantes del mundo y así poder conocer de primera mano a los
mejores profesionales. Estaba cansada de tanto esfuerzo, pero se
sentía feliz.
Al llegar a la puerta de metal donde
se había establecido la reunión, la abrió con precipitación. La
terna de directores del centro y un representante del gobierno le
esperaban; de entre ellos, el Doctor Clay fue el que primero se
levantó dándole dos afectuosos besos y un fuerte abrazo que la
hicieron casi estremecer.
- Sabía que lo conseguirías... Estoy muy orgulloso de ti.
- Y no se refiere a suspender el VVP en el estacionamiento general – terció la Doctora Estefan antes de darle otro fuerte abrazo.
- ¡Enhorabuena! - Rayan, la Enfermera Jefe, la saludó con un abrazo distante y frío. En su pecho brillaba el distintivo rojo que ella esperaba recibir, pero el de Rayan tenía un diamante hexagonal en el centro que acreditaba sus más de diez años en el puesto - ¡Oh, tú lo conseguirás también! Eres la enfermera de distintivo rojo más joven del país, nunca habíamos conocido a nadie con tanta ambición ni capacidad. Estoy segura de ello, ¡tú, lo conseguirás!
- Mi nombre es Señor Blues, represento al Ministerio Europeo de Sanidad y vengo en representación del Gran Comisario para entregarle el Contrato de Adhesión, pero antes debe leerlo. Sus altas funciones son definitivas para nuestro sistema y debe comprenderlas bien para ejercerlas con rigor y conciencia.
- Bien, pues tomemos asiento. La gente del gobierno no da lugar a celebraciones, luego brindaremos con Ambrosía esta valiosa incorporación a nuestro equipo. - Sentenció el Doctor Clay haciendo valer sus galones en la reunión.
Entregaron el documento a Amparo, y
le dieron un tiempo para que lo leyera con el detenimiento que la
ocasión requería. El silencio se apoderó de la sala y la tensión
se cortaba con la mirada. Los gestos hieráticos hablaban de la
seriedad del momento, el distintivo rojo brillaba en la solapa de
todos los presentes y el quinto - el que le correspondía a ella -
estaba sobre la mesa depositado tal y como ella lo había imaginado
tantas veces.
Era la viva imagen de su ambición
colmada. Miró a cada uno de los miembros con una sonrisa firme y un
brillo de porcelana en el iris de los ojos, pasó rápidamente la
mirada por el emblema y regresó a los folios que leyó con toda la
tranquilidad de que disponía, era un momento importante. El más
importante de su vida.
En el documento se describían sus
diez funciones esenciales, la más importante aparecía en el punto
sexto, apartado seis y parágrafo sexto. En ese punto describía el
Proceso de Señalamiento de los Enfermos (PSE): cada día una breve
reunión con Rayan, Estefan y Clay determinaría el distintivo con
que debería marcar a los Enfermos Psicosociales Prescindibles para
que el equipo B.O.L – siglas internacionalmente conocidas por Brown
Over Life – suministraran con su asistencia el DL – Dignitity
Life -, el medicamento que pondría fin a sus sufrimientos
personales, económicos, sociales o médicos.
Para ello, tendría que analizar los
expedientes personales del enfermo crónico social cada día, y la
evolución poblacional para garantizar el índice de repoblación 1,7
establecido para su sector por la Autoridad Ministerial Europea de
Nacimientos (AMEN o BMAE, en inglés). “Un índice alto, por
fortuna”, pensó cuando lo leyó, Amparo.
Leyó sin pestañear ese punto, con
el convencimiento de que un puesto como el suyo tiene su gravamen,
respiró con tranquilidad al finalizar el punto y siguió leyendo.
Observó con sorpresa que del punto 7, apartado 7 parágrafo 6 pasaba
directamente al parágrafo 8. Levantó la cabeza para ver si se
trataba de un error, pero antes de abrir la boca los cuatro allí
presentes con gravedad y sequedad casi irritante - al unísono -
dijeron.
- No hay ningún error posible.
Firmó el documento, le impusieron
el emblema de las tres gotas de sangre y brindaron con un Gran
Reserva del 87 de Ambrosía, “la bebida de los Dioses” - tal y
como decía el anuncio del producto -. Amparo pidió permiso para
estacionar su VVP en “Delta Azul” y se fue de la sala
visiblemente satisfecha. No era el sueldo, no era el distintitivo, no
era el trabajo, era – simplemente – el reconocimiento a un
trabajo programado y organizado con mimo.
- Mañana empezarás a comprender tus altas responsabilidades, disfruta hoy con tu familia del día libre – El Doctor Clay la saludaba en la distancia visiblemente feliz y satisfecho de incorporar a alguien con tanta competencia a su equipo.
Sin saber bien el porqué, Amparó
sintió que las cuatro miradas se clavaban en su espalda al cruzar la
puerta metálica. Un escalofrío recorrió su cuerpo y se estremeció
como nunca antes le había sucedido, justo al cerrarse dicha puerta;
miró alrededor y solo pudo sentir el vacío de haber conseguido su
más alta aspiración y se preguntó si estaba dispuesta a tan alto
sacrificio.
Sintió en lo más hondo de su alma
la vaciedad del logro obtenido y cayó a sus pies toda su ambición,
contemplando cientos de rostros humanos diferentes a su alrededor,
todos llenos de matices únicos y exclusivos. Ninguno de ellos le
pareció prescindible y comprendió que cada ser que habitaba el
planeta resultaba un ser irrepetible, único e imprescindible.
Recogió con inquietud su VVP y fue
en busca de sus dos hijos que le esperaban en el colegio; recogió a
su marido en la Administración Cinco, cerca de Chamartín, y puso
rumbo al extranjero; buscó en su Navegador una isla remota donde
todavía lloviera e hiciera sol, según las antiguas y olvidadas
Estaciones del Año. Abrió la ventanilla cuando el Océano luminoso
y azul avanzaba bajo su vehículo, y arrojó el distintivo rojo que
la acreditaba como una mujer de larga proyección, una profesional
reconocida internacionalmente por sus conocimientos, preparación y
valía. El distintivo se precipitó como un peso muerto y ella
resopló libre junto a su familia. Nadie sabe dónde fueron. Ningún
miembro de su familia preguntó por las razones de su impulso
Dijeron de ella las malas lenguas de
la ciudad, que escapó como alma que lleva al diablo sin saber del
todo la razón.
FIN
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