La Micronovela Parte VII. Final de El Pintor
El thriller psicológico
El papel del director, Jonathan Demme
Jonathan Demme es un irregular director que mezcla grandes éxitos de crítica y taquilla con sonoros fracasos en ambos aspectos. Sin embargo con El Silencio de los Corderos realiza una magistral dirección. Muchos dirán que contó con un magnífico guión y grande actores, ya protagonistas o de reparto. Y es cierto, en parte.
Jodie Foster con Jonathan Demme en una secuencia del comienzo de El Silencio de los Corderos |
Demme contó con actores excepcionales, con un gran guión adaptado de Ted Tally (también oscarizado) basado en una novela trepidante, un Best Seller bien elaborado y con gran éxito. Y esa conjunción de factores podría hacer de menos la labor de director, sin embargo hay dos o tres cuestiones que - en mi opinión - son asuntos del director y que están magistralmente realizadas.
La dirección de actores es más fácil con buenos actores pero pensar que los papeles de reparto y los dos protagonistas funcionen tan bien, sin que se pisen unos a otros, sin que se anulen y hagan un trabajo de realce de los propios actores protagonistas sin que el director intervenga, me parece poco creíble. Esa es una tarea del director.
Jonathan Demme y Anthony Hopkins, ¿necesita director? |
El ritmo trepidante, el comienzo de la película, la aparición estelar de Hannibal Lecter . inquietante secuencia que todos tenemos grabada en la retina -, el desenlace de la trama con ese montaje de secuencias en lugares diferentes donde el espectador queda confundido por el lugar y el momento. Ese epílogo inquietante que tanto me recuerda al inquietante Robert Mitchum en el Cabo del Terror.
¿Un guiño de Jonthan Demme al Cabo del Terror interpretado por Robert Mitchum? |
Jonathan Demme mereció el Óscar al mejor director pues aunque todos los astros confluyeran para que esta obra maestra del thriller la hiciera él, su labor es extraordinaria, Se nota su mano que maneja bien el tópico de este cine y su magnífica dirección de actores.
Pongamos punto final a la Micronovela, Espero que os guste.
Rara vez los Óscar premian a una película de terror, El Silencio de los Corderos es más que mero terror.
El Pintor. Parte VII
CAPÍTULO
III ¿QUÉ FUE DEL MARINERO DE PRIMERA GERARDO MONTAÑERO?
Una
llamada me despertó de la pesadilla, la cama estaba ensangrentada
pero me encontraba en casa. El teléfono sonaba atronador y la brecha
abierta en la cabeza ya estaba coagulando. No podía comprender mi
estado de aturdimiento, ni la razón por la que seguía vivo. Pero
seguía respirando y no pude más que dar gracias a Dios por el
regalo de la vida de forma compulsiva y torpe.
Al
otro lado del teléfono, el Comisario Gutiérrez Almenar me
confirmaba que habían encontrado el cuerpo muerto del pintor Kevin
Shepard con una nota de suicidio en la que me nombraba, cuestión por
la que que me comunicaba esta circunstancia por teléfono.
Una
sensación de angustia recorrió todo mi cuerpo. Colgué el teléfono
en estado semiinconsciente. Me parecía increíble que, justo después
de investigar en función de sus sospechas, se hubiera suicidado. Me
duché de forma precipitada limpiando los restos de sangre que
quedaban por mi cuerpo y me vestí con ropa limpia. Conduje
Castellana arriba a una velocidad endiablada y alcancé la calle de
Agustín de Foxá en tiempo récord. Al leer el letrero, recordé
aquellos versos que escribió el poeta que daba nombre a la
calle:
"Y
cambiaste la rosa por las algas amargas,
la
muchacha terrestre, por la fría sirena
y
has cruzado, volando, el jardín de los buzos.
Donde
el pez, de ojo inmóvil ve brotar la tormenta..."
Aquel
marinero del que hablaba Kevin cuya vida disoluta le condujera hacia
los mares tenebrosos de los bajos fondos. Al lugar donde sólo
conocería el dolor y la corrupción del hombre; donde la derrota
amarga le llevaría al suicidio desde un acantilado en las cercanías
de la ciudad de Santander. Aquella historia, era la historia
anticipada de Kevin pues él era ese marinero que se suicidaba.
Al
leerme esa carta reflejaba lo que le venía sucediendo en su propia
vida. La gravidez por la amarga sensación de la culpabilidad pesaba
en mí alma. Mis torpes movimientos, mi desconfianza hacia sus
palabras, habían precipitado unos acontecimientos que quizá fueran
irremediables, pero que no palié en absoluto. No llegué a tiempo de
comprender su estado de angustia, su sensación de impotencia ante su
pérdida de equilibrio, ante su pérdida de inspiración.
Al
entrar en el estudio, pude encontrar un cuerpo inerte y con los ojos
abiertos de forma expresiva y extraña. El cuerpo colgado de la viga
con esa mirada extraviada resultaba idéntico en lo formal al cuadro
que había descubierto hacía unos días. Quizás al pintarlo
anticipara este hecho, esta tragedia. Ese cuadro enloquecido que no
valía nada por su calidad y estética y que ahora, ¿azares del
destino?, elevaba su valor a una suma cuantiosa imposible
de calcular.
Allí
estaría imperturbable, amenazador y expectante el cuadro cubierto
por su fealdad y, enfrente, el cuerpo penduleante del gran pintor
Kevin Shepard. La tristeza se anudó de repente en mi garganta y una
congoja infantil - pueril forma de demostrar la enorme infelicidad
que sentía - brotó de mi boca pastosa. Un esbozo de llanto que no
pudo salir del todo pues cuando te haces mayor pierdes la naturalidad
para expresar el sufrimiento.
El
comisario leyó la carta y ordenó tras pasarse varias veces la mano
por la cabeza, como tratando de unir unas piezas de un rompecabezas
que no acababa de encajar, la inmediata detención del señor
Garríguez, director de la empresa. No tuve que emplearme mucho en convencer al comisario
pues, tras la explicación de mi larga conversación con el propio
Kevin, el asunto quedaba aclarado.
El
resto de la historia no es más que una pena que sucumbe en el fondo
de mi alma pues - aunque se hubiera apresado a los culpables por el
ingenio y la rapidez mental de Kevin - él ya no podría pintar esa
mirada que le obsesionaba, ni departir amablemente entre locuras y
certezas conmigo sobre pintura.
Hurté
del legado del pintor el manuscrito y alguna de las novelas de las
que me habló. Leí el manuscrito. En él se relataba las peripecias
sufridas por el marinero de primera Gerardo Montañero y la obra,
esto era cierto... absolutamente cierto, era una gran novela con
intriga, misterio y muchos datos verosímiles sobre una época
convulsa como pocas de nuestra dilatada historia.
Una
historia que, una vez publicada, levantaría ampollas entre los
profesionales y estudiosos. Pero no iba a ser publicada jamás para
respetar la voluntad de su dueño; aquel que había conservado entre
sus manos el arte puro y, en su alma, la esperanza de pintar esa
mirada que, desde lo alto de un acantilado mojado y perdido en la
historia, analizaba su pasado y su futuro. Aquel acantilado húmedo y
definitivo desde el que dijo adiós a este mundo.
EPÍLOGO
“Desde
lo alto soy capaz de adivinar, donde se junta el horizonte, el lugar
en el que España perdió sus ultimas posesiones de ultramar. Allí,
en las Lomas o en el mar caribeño; al lado de Bustamante, primero, y
otros oficiales de grato recuerdo como Cacú, mi amigo, aquel que
arriesgó la vida para intentar salvar a un marinero moribundo que
tristemente falleció sobre las rocas de la playa; libramos una
batalla desigual contra un enemigo superior y contra los amaños
políticos de turno, héroes que tapaban el desconcierto político
del momento.
En
estas lejanas tierras de Cantabria reconozco que mi vida se ha ido al
garete, pues los encuentros fortuitos han sido mi infortunio. No
tengo retorno posible a tierra firme desde este acantilado. A mis
espaldas me acosan y persiguen para que entregue la vida. Cosa que
voy a hacer en este preciso momento de desesperación consciente, con
la esperanza de que el Divino Hacedor que me creó comprenda y
conmute el pecado cometido a cambio del sufrimiento padecido.
¡Qué
hermosos son estos verdes prados!, ¡qué bella se ve la mar besando
febril a la roca dura del acantilado desde lo alto!
Un
último ruego, antes de tomar el valor necesario para afrontar esta
cobardía:¡Acógeme Padre!”
Esta
sorprendente carta manuscrita apareció en el forro del libro que le
“robé” a mi tristemente finado amigo, Kevin. En su memoria la
transcribo para que conste la última voluntad de aquel marinero que
se había ligado a la vida del propio Kevin con tanta fuerza. En su
memoria lo hago también. Y me pregunto ahora por las almas unidas de
un pintor y un marinero como los versos de Foxá.
"Subirás
en verano, de los turbios abismos
para
ver las naranjas, y la novia y las huertas,
tú,
sin peso y sin sombra, desterrado fantasma
cuyo
cuerpo no puede ya dormir en la tierra."
Un
poema que recuerda a la Elegía de Miguel Hernández: “volverás a
mi huerto y a mi higuera, por los altos andamios de las flores...”
pues no es diferente la forma de verlo de ambos poetas.
El
metro engullía a las personas que corrían con prisa para regresar a
su hogar y volver mañana con la misma prisa. A mí no me cogería la prisa - dueña de la ciudad -,
decidí pasear los cinco kilómetros que había hasta mi casa bajo la
lluvia y sobre las aceras.
Con gesto altivo encendí la pipa y empecé
a caminar hasta que una mujer me golpeó con fuerza y... cuando
esperaba la reprimenda y la mirada que me diría eso de.. “¿Es que
no tiene usted prisa?”, la sonrisa de una bella joven me devolvía
la esperanza en la humanidad entera y atrapaba mi mirada haciéndome
perder veinte años.
De
la mano con una bella mujer - se llama Mónica -,
disfruté tranquilamente del ruido de la lluvia sobre el tráfico
infernal. En el preciso momento en que la prisa se confunde con la
ciudad y lo moderno engulle todo a su alrededor tragando a toda
velocidad a las personas que habitan la cosmopolita urbe de Madrid. En uno de los muchos bosques donde habita el hombre actual y todo parece
que acabará mal, me permití el lujo de un final feliz.
Para adquirir la novela Dentro del Pozo - novela INQUIETANTE, por cierto - haz click en Amazon Kindle
Mi página web: vicenteboadoquijano.webnode.es El blog: bitacoraimaginacion.blogspot.com.es
Twiter: @vbq2012
Facebook (1): Vicente BQ
Facebook (2): Cuentos para Teresa
|
Comentarios