Un cuento inspirado en una leyenda. Parte II

En los bosques de Galicia

Brujas, lobos y hombres

Muchas son las historias de hombres lobo que se cuentan, algunas parcialmente ciertas y otras absurdamente falsas. El mito del hombre lobo ha sido llevado muchas veces a la gran pantalla en forma de película de terror o de tragedia y drama.

Espectacular es, por ejemplo, "Lobo" de Jack Nicholson.

Jack Nicholson "Wolf"
Jack Nicholson como "Lobo"


Más allá de los mitos y leyendas se ha dado el caso de la enfermedad de la licantropía como una psicopatía extraña de quien pierde la cabeza creyendo ser un lobo. Entonces actúa como un asesino que mata a sus victimas empleando exclusivamente sus dientes y sus manos.

El único licántropo diagnosticado - que yo sepa - fue Manuel Blanco Romasanta. Un hombre pequeño de rasgos tiernos e infantiles que tras la muerte de su mujer se dedicaba a la venta ambulante de grasa por las tierras de Galicia.

La caza y captura de este hombre se produjo porque se difundió la historia de que esta grasa tenía origen humano y, en consecuencia fue perseguido y capturado tras una rocambolesca huida en la que llegó a convivir entre animales.

Romasanta película
La historia de Romasanta ha sido disculpa de muchas películas
Unas más realistas y otras menos,


Romasanta fue capturado y confesó los muchos crímenes cometidos contra niños y mujeres. Eso sí, tales atrocidades las había cometido bajo la forma de lobo con sus propias manos y sus mismos dientes. En el siglo XIX, eso de la locura no parecía ser una eximente y fue condenado a "Garrote vil".

Su historia real dio lugar a muchas leyendas en muchas aldeas de Galicia y parece ser el origen de otras tan conocidas como la del "hombre-lobo" o la del "hombre del saco" con la que a tantos niños se les ha ido atemorizando tradicionalmente para que obedezcan o no se vayan con extraños, por ejemplo.

Romasanta
Aspecto de Romasanta, el hombre lobo de Allariz que ha dado lugar a muchas leyendas


Pero sigamos con la segunda parte de esta otra leyenda basado en algo real que corre entre los pueblos del Caurel, en la altas y blancas montañas que unen y comparten Galicia con León.

TROTACONVENTOS DEL CAUREL – PARTE II
Nos sentamos alrededor del fuego entre tonos cobres, azules y amarillos que se reflejaban en cada uno de los rostros, los cuales ganaban en personalidad y definición. Jimi mantenía los ojos perdidos mirando al fuego del que emergía a intervalos irregulares figuras fantasmagóricas como la propia faz de Trotaconventos del Caurel. Ella seguía contando cosas del lugar en tanto nos ofrecía una sopa caliente que tenía en el pote que descansaba al lado del hogar.

  • ¿Por qué le llaman Trotaconventos?
  • ¿Trotaconventos?... Bueno eso era quien me apreciaba, también me llamaban Bruja, Cascajo o Malfario. Nunca he gozado de mucho prestigio entre los habitantes del lugar a causa de la muerte de mi hermano, ya saben, aquel al que le devoró el lobo. Ellos decían que le había matado yo después de un hechizo, un rito satánico. Ya ven, nunca he creído en eso de un Dios bueno, ¡menos iba a adorar a su enemigo! Cuentos de niños, ya se pueden imaginar.
  • Vaya, son historias terribles – la anciana no daba la maligna impresión de la historia que contaba así que nos decantamos por pensar que todo era fruto de los comentarios maliciosos de la gente de los pueblos pequeños y remotos que prefieren destrozar la fama de alguien para vivir tranquila antes que afrontar sus propias mezquindades. Como si eso les hiciera a ellos mejores personas. - Pero, no me ha dicho a qué viene lo de Trotaconventos.
  • Ah, sí es cierto – contestó mientras se giraba a rellenar la vacía del famélico y callado Jimi que se había bebido la sopa de un trago – Bueno eso es muy sencillo, antes de aquel lamentable episodio me dedicaba a repartir el pan y la leche en los tres conventos del lugar. Por eso me llamaban Trotaconventos, la Trotaconventos del Caurel...¡Qué tiempos!, ya ven...
  • Pero, tendrá un nombre de nacimiento. Un nombre con el que le bautizarían sus padres, supongo. - Terció Jimi que pareció despertar del letargo tras la espesa y cálida sopa.
  • ¿Un nombre?... Si lo tuve, no lo recuerdo. Mis padres eran gente muy sencilla que vinieron de fuera; no eran de aquí, ¿saben? Somos eso que llaman Maragatos y, en su caso, eso de bautizar a sus hijos no iba mucho con ellos, pero vivieron respetados por la gente del pueblo hasta que se murieron siendo yo muy pequeña. Eso es todo lo que sé. Ya digo que pronto me dediqué a repartir la leche y el pan por los conventos del lugar, y de ahí el nombre.
roble nevado
Un roble nevado en el Caurel

El fuego alumbraba toda la estancia y con la mantas parecía disipar el frío gélido que la ventisca había traído. De vez en cuando se escuchaba el aullido del lobo; a veces lejos y, otras, como si estuviera justo a la puerta de la “palloza” esperando sudoroso y hambriento que se abriera para saciar su hambre voraz con nuestra propia vida.

Nos tumbamos a dormir extremadamente fatigados, la vieja Trotaconventos ocupó su lugar habitual en un lado de la palloza sobre un colchón mientas que nosotros acabamos enroscados al otro extremo - cerca de la lumbre – y cubiertos por nuestra manta de viaje y ambos sacos de dormir. Muy pegados para evitar que el calor del cuerpo se disipara y espalda con espalda, dejando la cara cerca del fuego. Los pies se helaban por momentos...

El ruido del fuego crepitaba en la penumbra con sus fantasmagóricas formas que danzaban sobre el fuego, formando humo dentro mismo de la palloza que se filtraba entre las rendijas del techo para acabar saliendo fuera; el frío se centraba en los pies y en la punta misma de la nariz.

Los ruidos exteriores se hacían cada vez más intensos, el viento soplaba violento, la nieve golpeaba y resbalaba sonora por entre las ramas hasta el suelo y los árboles atizaban al mismo viento formando un conjunto armónico y terrible que parecía como un tren desbocado adentrándose en el túnel oscuro del Caurel para salirse de las vías y precipitarse contra nuestra vieja palloza de piedra y ramas.

De repente se hizo un extraño silencio que duró uno o dos minutos antes de empezar el aullido de los lobos nuevamente... unos pasos parecíiron acercarse hasta la puerta de la casa. Tres golpes secos contra ella avisaban de que alguien estaba a la puerta bajo el frío, entre la nieve helada. La vieja se levantó sobresaltada y asustadiza con el rostro lívido de quien teme lo peor.

Lobos en la nieve
Los lobos acechando en la nieve

  • ¿Quién anda ahí? - Nuevamente tres golpes secos en la puerta: tac, tac, tac y el silencio se hizo espeso entre los que nos encontrábamos en el interior.
  • ¿Quiere que abra? - intenté tranquilizarla . Quizá sea otro caminante como nosotros, o la Guardia Civil que nos busca, no se preocupe.. Seguro que noserña nada.
  • No lo creo, esta noche es una noche extraña... pero abra, abra, por favor. No sea que alguien se ande congelando ahí afuera...

Me acerqué a la puerta agachado para no golpear con el techo que en esa zona apenas llegaba a los ciento setenta centímetros. Intenté abrir la puerta empujando hacia fuera y apenas se abrió, dejando un resquicio estrecho por el que se apreciaba más de un metro de nieve. Nieve que bloqueaba la puerta e impedía ver quién estaba fuera. Una mano sujetaba desde fuera la puerta, una mano fuerte y gruesa amoratada por el frío. Escuchamos un “ayúdenme” y logramos desbloquear la puerta que, poco a poco, fue cediendo hasta que un hombre de mediana edad apareció tembloroso y semidesnudo en el umbral.

  • ¡Hermano! - gritó sorprendida la Trotaconventos del Caurel – Pero, pero..., ¡¡¡estás muy joven!!!

El hombre entró y se arrojó sobre los brazos de la anciana sollozando entre inquieto y asustado.
(…) Continuará

Jack Nicholson Wolf, Lobo
El lobo es Jack Nicholson


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