El encierro del escritor. Parte III

Mentiras y verdades

Una gata sobre un tejado de cinc caliente


Pocas obras tienen el tono triste del desamor, de la decepción provocada por una relación como "La Gata sobre el tejado de cinc caliente", en esa obra de teatro Tennessee Williams narra las desventuras de la familia Pollitt. Una familia rica del Sur de Estados Unidos (Estado de Mississippi) en la que toda relación humana y familiar se revela como un cúmulo de mentiras.

Liz Taylor y Paul Newman Cat on a hot roof
La gata sobre el tejado de zinc es un tratado sobre la verdad y la mentira, una obra en que los espejos dicen la verdad y la distorsionan a la vez


El patriarca de la familia Pollitt celebra su cumpleaños mientras padece una enfermedad terminal que no se revela, su último cumpleaños, Brick y su mujer fingen una relación amorosa feliz y un embarazo que es falso pues llevan tiempo sin entenderse y él ya no duerme con su mujer. Ella, una guapa mujer de origen humilde, parece aborrecer y despreciar el comportamiento alcohólico de su marido mientras finge amarle y ser feliz delante de la familia.

Ella sospecha que la causa de su vicio es una supuesta relación homosexual con su amigo Skype recientemente fallecido, mientras él le echa en cara la frialdad de trato hacia él y su amigo en el momento de su muerte. El hermano de Brick y su mujer únicamente se preocupan por quedarse con la plantación que el padre sólo quiere darle a Brick, el preferido de sus hijos. Mientras tanto la mujer del patriarca parece preocuparse exclusivamente de los convencionalismos sociales.

Maggie y Brick, metiras y verdades
El alcoholismo de Brick, un vicio que esconde el sufrimiento que le provoca un ambiente de mendacidad irrespirable


Esta magnífica obra de teatro fue llevada al cine por Richard Brooks y protagonizada por una guapísima Elizabeth Taylor y por Paul Newman (el pobre hacía lo que podía) y yo siempre recordaré la escena en la que ambos discuten cuando Brick, borracho y tomando el enésimo güisqui, le revela que todo en esa fiesta, en esa casa, en cada conversación y en cada trato cortés y educado apesta a mendacidad.

Y de eso va la obra, de la mentira, de la falsedad que encierra tal convencionalismo social, el empeño de ser educados y hacer aparentar como que no pasa nada cuando todo se desmorona en la vida de todos los miembros de la familia; cuando todo es una mentira continua, un engaño constante y perseverante, una sucesión de falsedades; así es como Brick, harto de tanta vaciedad, se pudre en el vicio de la bebida porque no puede soportar un gramo más de mentira.

Brick y su padre
La muerte del amigo de Brick y la muerte de su padre son los momentos en los que se encierra este tratado sobre la verdad y la mentira.

Esta gran película, esta excepcional obra de teatro dirigida en su primera vez por Elia Kazan, habrá de descubrir que es cierto que existe la mentira e irá sacando una capa tras otra de esas mentiras mediante una cierta violencia verbal y bañado en alcohol para descubrir que hay una verdad en el fondo de toda relación humana que merece toda esa capa de mentiras: la vida y el amor.

Porque, a pesar de todo, Maggie (el personaje interpretado por Elizabeth Taylor) está enamorada de Brick, y Brick de ella, y harán lo posible para que la mentira de su embarazo, necesario para hacerse querer en un mundo inflamado de tradición, codicia y convencionalismo, sea cierto. Y es que al final, tanta mentira encierra una verdad que se llama supervivencia.

Y es que Maggie, la gata Liz Taylor, anda en toda la película sobre un tejado de zinc caliente como consecuencia de sus falsedades y engaños, de su empeño en continuar como si nada hubiera pasado.

Maggie sobre un tejado de zinc caliente
Nadie ha caminado sobre un tejado de zinc caliente como Liz Taylor, la gata Maggie.


Algo de esto hay en "El Encierro de el escritor", vayamos con la tercera parte:

EL ENCIERRO DE EL ESCRITOR


EPISODIO II- LA AMANTE DE CONVENIENCIA

Matilde se sentía atrapada en una relación tormentosa que le impedía si quiera buscar ese algo distinto que juraba encontrar en cada enfado que tenía con Javier, pues el grado de fascinación por su imagen, las relaciones tan interesantes del mundillo literario que le propiciaba ser algo más que su secretaria y las conversaciones sobre literatura y escritura que tenían ellos dos resultaban demasiado agradables para ella, demasiado tentadoras como para perderlas por la menudencia de un amor no correspondido.

Javier empleaba con inteligencia y cierta dosis de perversión este tipo de situaciones provocando escenas de forma un tanto forzadamente dramáticas con la intención malsana de revivirlas luego en sus obras de modo que le sirvieran para dar forma a la vida de sus personajes cuando la situación de bloqueo creativo era tal que necesitaba de vivencias reales para describir esos tensos momentos de dramatismo exacerbado.

No obstante, Javier no era tan frío como en realidad pudiera parecer, lo suyo era más bien profesionalidad y cierta dosis de método con lo que se exigía una distancia que en realidad era artificial. A nadie iba a explicar que tales situaciones iban horadando su psique hasta alcanzar quizás un daño irreparable pues el supuesto estoicismo hacia las nuevas relaciones no escondían otra cosa que la muerte de aquel amor que sintieron él y Silvia, su mujer. Una muerte certificada y con esquela en el obituario desde ya hacía tiempo.

Salió al exterior de la casa para respirar la primavera y liberarse de la tensión de la escena. El jardín se le antojaba escaso y decidió bajar por las rocas hasta alcanzar el agua en su parte menos peligrosa. Alejado de la rompiente se saco los zapatos y remojó los pies en el agua. Las sensaciones eran importantes para Javier, sin el conocimiento exacto de lo que sucede en su cuerpo no era capaz de describir los momentos o lugares con la intensidad que a él le gustaba describirlas.

Paul Newman, Liz Taylor y un espejo
Brick y Maggie. Un espejo y una vaso de güisqui. Muchas mentiras que tapan una sola verdad

El sol incidía sobre el agua y rebotaba rielando y bailando al son dulzón de las olas del mar, a lo lejos unos veleros ceñían su cuerpo curvo cincelando los mares al salir en busca del Océano. Cada escena le servía, cada rayo de sol, cada olor, cada objeto rugoso o liso que cayera en sus manos hambrientas de sensaciones... Javier cerró los ojos y dejó que la sal entrara por los poros de su piel hasta alcanzar el mismo cerebro; el cual, como una grabadora, transformaba en palabras cada sensación recibida y descrita.

Luego estaría la ocasión de colocarlo en tal o cual escena. ”Escribir” - decía siempre - “es una labor de arquitectura, primero escoges los materiales que vas a emplear haciendo una labor de deconstrucción de la realidad. Luego los sitúas donde quieres, justo donde los precisas. Y lo difícil es que salga un edificio bonito. Para eso, hay que tener además de buenos materiales y saber qué quieres hacer; saber cómo hacerlo” En eso era un experto sin comparación.

Así que las sensaciones y los sentimientos no eran más que las piezas que recogía para elaborar su obra y, si para eso tenía que estar casado o mantener una amante pero ser fiel a la vez, lo haría. La obra en Javier lo era todo. Absolutamente todo. Los demás, la gente que convivía con él por ejemplo, no eran otra cosa que aquellos otros edificios de los que él robaba los materiales necesarios para su novela. Como un ladrón que a escondidas entra con la ganzúa en casa ajena para llevarse a cualquier precio y de cualquier forma aquello que necesitaba para componer su obra.

Echó la mirada a lo lejos y cruzó la misma con el perfil de la casa señorial que se dibujaba con un contorno preciso en el cielo azul de la mañana; en la ventana estaba Matilde pensativa dirigiendo su mirada hacia él. Ella le miraba a él con fijeza como intentando comunicar algo relevante y él le preguntaba con la suya qué era lo que estaba pasando.

  • ¡¡¡Ya sé lo que le pasa a esta novela!!! - gritó desde lo alto. Javier dio un salto y corrió por las rocas hasta alcanzar la puerta de la casa. Nada le detenía cuando de la opinión de sus novelas se trataba. Matilde le esperaba en la sala de abajo, con la chimenea de gas encendida a media potencia. Una sala amplia y clara, con dos orejeras a los lados y la chimenea en el centro ocupando el lugar principal. Matilde le esperaba paciente con el manuscrito en la mano, se la veía arrebatadora cuando recién duchada se ponía con aspecto impecable y recto, más si encima estaba con el fuego alumbrando a su espalda dibujando su perfil y la melena suelta como caída de forma informal con un desorden equilibrado y estético. Un aspecto deliberadamente informal. Los dos pequeños lunares en la comisura de los labios la harían irresistible para cualquier otro que no fuera Javier.
  • Bien, bien... - Se sentó enfrente de ella con la mirada algo exorbiktada y las manos inquietas, como expectantes, revoloteando entre los dedos de forma nerviosa. Jadeaba del esfuerzo realizado pero se recompuso con una fuerte espiración. - Es... es la misma novela de hace años... ¿Verdad?
  • No, Javier. No es la misma novela de hace años. Esta novela es completamente original. Es, seguramente, tu mejor novela. La más pulcra y precisa, en la que más profundizas en los personajes. Las descripciones son tan diáfanas y nítidas que parece que estás en ese lugar mismo que describes. Los personajes son tan reales... Javier, esta novela es... absolutamente increíble.
  • ¡¡¡Eh, qué bueno!!! - Javier estaba eufórico, una crítica tan buena viniendo de Matilde era casi impensable. Matilde solía ser muy exigente y puntillosa, pero en esta ocasión todo era positivo, era desde luego una situación increíble. Algo no encajaba demasiado.
  • Espera, Javier, espera un poco... Es tan real la novela como que estás describiendo tu misma vida. Lian Thorpe, el empresario de éxito, guapo y utilitarista eres tú; su mujer, que siempre le espera de sus viajes de negocios sin saber qué es lo que hace con su vida cuando no está a su lado, es Silvia tu propia mujer; y por último, Laica su secretaria rusa, secretamente enamorada de él, con la que comparte su otra vida y... que él la ve como... una diosa de la belleza, alejada y sofisticada, intocable y frágil como el cristal, que podría romperse nada más besarla, me describe a mí de alguna manera demasiado hiriente como para soportar leerla una vez más. Una gran novela sí, porque no es una novela... es la pura realidad.


Continuará (...)


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